tú querías un templo
en el que tranquilamente harías el amor con tu sombra
hasta nacer tramado con otras redes
entonces oirías las señales de tu corazón en cada piedra
en cada raíz que arranca la corriente del río
un templo como una palabra que nadie recuerda
y se la llevan los matorrales a dormir
en la garganta de los sapos
es una semejanza a la verdadera oscuridad
rodeada de pálpitos y líquidos
que te avisan que ahí no se es invidente
sino que el nombre pesa más
hasta tenerlo como una tumoración en el estómago
tú querías una madre
para preguntarle lo que eres
y amaneciste con la cabeza en un nido de hormigas
con tu boca agachada en el lavabo
tú querías un silencio como las aletas
de un pez en gestación
y despertaste con el gemido de las mulas
siendo azotadas
con el parto prematuro de tu hija
y ese niño ha de ser otro jumento
que te despertará cuando pase siendo azotado
por tu casa
un día él
prófugo del garrote te dirá
“padre: ahora sé a dónde van todas las cosas
el templo se eleva detrás de mi corazón”
pero tú ya habrás muerto
ambos ojos dando vueltas como balas
que olvidaron las instrucciones del verdugo
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