14 octubre, 2011

MIGUEL ILDEFONSO (Lima, 1970)


Estudió Literatura en la Universidad Católica del Perú e hizo una Maestría en Creative Writing en la Universidad de El Paso, Texas. Ha publicado los libros de poesía: “Vestigios”, “Canciones de un Bar en la Frontera”, “Las Ciudades Fantasmas”, “m.d.i.h.”, “Heautontimoroumenos”, “Himnos”, “Los Desmoronamientos Sinfónicos”, “Todos los Trágicos Desiertos” y “Dantes”. En el 2005 publicó el libro de relatos “El Paso”, con el que ganó el Premio Nacional de Cuento de la Asociación Peruano-Japonés (2005). También ha publicado las novelas: “Hotel Lima”, y “El Ultimo Viaje de Camilo”, y antologías como “Memorias In-Santas” o “21 Poetas Peruanos”. Ha dirigido las revistas “El Malhechor Exhausto” y “Pelícano”. Su poesía y prosa han sido publicadas en antologías como “Pasajeros Perdurables. Historias de Escritores Viajeros”, “Los Diez. Antología de la Nueva Poesía Peruana”, “Los Relojes Se Han Roto. Antología de Poesía Peruana de los Noventa” y “La Letra en que Nació la Pena. Muestra de Poesía Peruana”. Ha ganado el primer premio de poesía en Los Juegos Florales de la Universidad Católica (1995), el premio en los Juegos Florales de poesía El Paso-Texas University (2001), el premio nacional “Copé de Oro” Poesía (2002) y el Concurso de Cuento Alfredo Bryce Echenique (2003), y obtuvo Premio Nacional PUCP 2009 en la categoría poesía con Libro de Exilio. 


Vieja Canción de Amor

Cuántos trenes he recorrido,
cuántos aviones he caminado,
cuántos buses he volado,
y sigo escuchando esta vieja canción de amor.
Casas en los caminos,
muchachas que estarán oyendo la misma canción.
Compré cientos de boletos,
vi miles de relojes, perdí maletas,
perdí partidas y llegadas,
y sigo escuchando esta vieja canción de amor.
Quise bajarme a sembrar algodón,
quise saltar a robar una gasolinera,
quise correr a vivir en una isla.
Bajo los tejados los perros bostezaban,
bajo las farolas los gatos jugaban al ratón,
bajo las estrellas la gente tomaba fotos y gritaba.
En cuántos bares devoré mis lágrimas,
en cuántos cafés senté a mis zapatos,
en cuántos hoteles asesiné a las moscas,
y sigo escuchando esta vieja canción de amor.


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